El modelo de ciudad perfecta de Da Vinci
Da
Vinci nació en Florencia en 1452. En la época en la que vivió, la peste era una
epidemia endémica. Por ello, las autoridades buscaban cómo evitar a toda costa
la proliferación de brotes de peste bubónica (solo en un año de epidemia, la
peste mataba a alrededor de 100.000 personas en ciudades del tamaño de Milán).
Al
igual que hizo en otras disciplinas, Da Vinci hizo algunas aportaciones al
campo del urbanismo. Mediante la observación, Da Vinci llegó a la conclusión de
que las plagas de peste se extendían por las ciudades debido a las malas
condiciones sanitarias que había en la ciudad, es decir, que la salud de los
ciudadanos estaba íntimamente relacionada con la salud de la ciudad donde vivían. En el Códice Atlántico (conservado en la Biblioteca Ambrosiana de Milán),
Da Vinci afirmó que había que “dispersar los grandes conglomerados donde las
personas se amontonaban como cabras llenando cada espacio de fétidos olores y
esparciendo la semilla de la pestilencia y la muerte”.
De sus observaciones concluyó que la ciudad ideal debía de tener: calles perpendiculares, una red de canales internos para distribuir el agua (con ideas para prevenir la sedimentación y la erosión del terreno, y un sistema de evacuación de aguas residuales), un ancho de calle igual a la altura de sus edificios (con el fin de conseguir aprovechar la mayor cantidad de luz natural posible), y una estructuración general en distintos niveles (en el nivel inferior es donde tendría lugar la distribución del agua y de mercancías, y el nivel superior sería el nivel peatonal, al aire libre para conseguir una buena ventilación). Como puede deducirse, el modelo de Da Vinci era uno muy adelantado a su época.
A
pesar de que su ciudad nunca llegase a construirse, muchas de sus ideas son actualmente la
base de las
ciudades modernas.
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